Muchos recordaréis aquellas películas grabadas del cine en las que se veía a gente levantarse y hablar, con un encuadre errático y un audio inaudible durante las conversaciones y atronador en las escenas de acción. Esta calidad ínfima era el precio a pagar por ver un estreno que todavía estaba en el cine.

Del mismo modo que cuando tratamos de explicar una idea que tenemos en la cabeza las palabras nos limitan, el acto de compartir algo lleva implícito el tener que modificarse para poder ser transmitido. Un ejemplo. Las redes sociales, con Whatsapp e Instagram a la cabeza, comprimen la calidad de los archivos para que puedan ser enviados con mayor rapidez.

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Esta exposición toma esta paradoja como eje vertebrador. Situados en una época en la que el covid ha reducido la presencialidad humana a mínimos históricos, lo compartido por medios digitales gana importancia. Esa realidad screener de calidad reducida es uno de los nuevos lugares donde vivimos y en base a ella tomamos decisiones. Esta muestra se sitúa en un mundo donde una foto de algo es más vista que el propio algo. Esta muestra está diseñada para ser distinta en función de si se ve en un medio analógico, la sala expositiva, o en uno digital, la pantalla del teléfono.

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Las piezas explotan esa reducción de calidad a la que nos obliga el acto de compartir digitalmente. Exagera el paso del 3D al 2D y la copia de la copia no funciona como tal sino que muestra una obra nueva que sólo existe en el limbo de lo digital. Limitación de 6 personas en un mismo sitio, restricciones a la movilidad. Esta muestra es un terreno abonado para que el espectador, con su móvil, active esa otra exposición, la que verá todo aquel que no pueda asistir. En resumen, la que perdurará y se hará realidad.

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Ampparito